Durante la vida sentimos atracción hacia elementos del ambiente animado o inanimado, en especial gentes y lugares con las que nos hallamos familiarizados. Y experimentamos rechazo por situaciones ambientales que nos proporcionan indicios naturales de peligro potencial tales como suelen ser: la soledad y lo desconocido.
Seres humanos y animales de otras especies, tienden a permanecer en un sitio específico, en compañía de personas de confianza. Los individuos, lejos de extenderse al azar a todo lo ancho de la región a la que pueden adaptarse desde el punto de vista ecológico, por lo común, pasan su vida dentro de un sector más pequeño.
En un sujeto, los sistemas que determinan la conducta de temor tienden a apartar de situaciones potencialmente peligrosas. De igual forma, los sistemas que determinan la conducta de apego, suelen empujarlo hacia situaciones en que potencialmente se hallará a salvo. En el hombre adulto la conducta de temor puede ser provocada por indicios que derivan por lo menos de 3 fuentes:
1) Naturales y sus derivados, desarrolladas en la infancia. Una respuesta de temor puede venir dada ante la inaccesibilidad de la madre. Puede considerarse una respuesta adaptativa básica, una respuesta que, en el curso de la evolución se ha convertido en parte importante del repertorio de conductas en virtud a la supervivencia de la especie. (Bowlby, 1985; 1998).
2) Indicios culturales aprendidos por medio de la observación, desarrolladas gracias a la sociedad.
3) Indicios aprendidos y utilizados con un mayor grado de perfeccionamiento, a los efectos de evaluar el peligro y evitarlo.
El amor cumple funciones psicológicas básicas como punto de partida para las relaciones interpersonales íntimas (compartir, protección, estabilidad y seguridad, apoyo emocional, entrega, compañía, autoestima y la reducción de ciertas inquietudes psicológicas). La ausencia de una relación estrecha maternal durante la infancia se asocia a problemas psicopatológicos en la etapa adulta (histeria, inseguridad, temor al rechazo e intensa necesidad de aprobación). Que se traducen en una actitud de hostilidad ante el mundo y ante los demás.
Evolutivamente, la función del apego radica en proteger al individuo de los animales de presa; esto ocurriría tanto entre los seres humanos como en otras especies, sobretodo en los mamíferos. Para los primates de gran tamaño, la seguridad reside en integrarse a la manada (Bowlby, 1985; 1998).
Freud postula que el temor a la ausencia materna nace cuando el bebé aprende que, al hallarse ausente la progenitora, sus necesidades fisiológicas no pueden satisfacerse, lo que deriva en una acumulación de peligrosas "cantidades de estimulación" que, a menos de descargarse, provocan una "situación traumática”, temor es a una situación de desamparo reconocida, recordada y esperada.
En el modelo del mundo que toda persona constituye, una característica clave es su criterio para establecer quienes son sus figuras de apego. Se basan en pronósticos de esa persona, sobre el grado de accesibilidad y su capacidad de respuesta.